En la localidad pucelana de Valbuena del Duero, más concretamente en la pedanía de San Bernardo, se alza un imponente monasterio cuyos orígenes se remontan al siglo XII y que hoy tiene el porte de hotel cinco estrellas. El ‘milagro’ es obra de Castilla Termal, la cadena que busca rehabilitar edificios singulares (tan especiales que son piezas fundamentales de la historia de España) dándoles una nueva vida para, no solo proporcionar un alojamiento deluxe, sino poner en conocimiento de propios y extraños la riqueza de nuestro patrimonio (por citar solo dos ejemplos, los hoteles de la cadena en Brihuega o Burgos de Osma fueron en su día y respectivamente, una antigua fábrica de paños y una universidad).
En el caso de Valbuena, el precioso claustro, las pinturas antiguas, los frescos que narran episodios y gestas o la mezcla de estilos arquitectónicos (hay gótico, románico, cisterciense… ) dan idea de que alojarse allí es un lujo de esos que se disfrutan con mayusculas.
Fundado en el medievo por la condesa catalana Estefanía Armengol, a la zona donde los monjes vivían y oraban y en la que se sitúan las habitaciones más antiguas, con paredes de piedra, se ha sumado un ala nueva, llamada hospedería, y un pabellón adyacente que se destina, principalmente, a celebraciones y reuniones de empresa.
Pero vayamos por partes, porque Castilla Termal Monasterio de Valbuena tiene mucho y bueno que contar. En números, unos 1.800 cuadrados de superficie y 79 habitaciones, incluidas 30 junior suites y suites tan especiales como la del Tesoro, amplio espacio abuhardillado que supera los 100 metros, se encuentra justo sobre la Capilla de San Pedro ¡y tiene hasta sauna dentro de la propia habitación!; en comodidad y cuidados, por contra, el valor es incalculable. Porque otro de las maravillas que encierra este precioso hotel es su zona wellness, protagonizada por un spa con chorros cuyas aguas derivan del manantial de San Bernardo y a las que se les atribuyen beneficios para la salud.
Y precisamente anexo al spa es donde se encuentra uno de los lugares más mágicos del monasterio e incluso de la Ribera del Duero: se trata de la réplica de la Capilla de San Pedro (la original, de la que hablábamos antes, se puede visitar) donde tiene lugar lo que los responsables del hotel denominan “experiencia única” y lo cierto es que razones no les faltan: allí, y con acceso reservado para garantizar la intimidad, se puede disfrutar de baños de contraste en un recorrido que incluye, además, duchas (existe la posibilidad hacerte un peeling si así lo deseas), pediluvio sobre cantos de río y un hamman.
En la hora y media que dura la estancia en este rincón secreto también figura un ritual con espuma que incluye masaje ligado a la historia del lugar y del que tampoco vamos a entrar en detalles para no desvelarte la sorpresa; solo decirte que es diferente a todo lo que hayas probado.
Aparte, en el spa ofrecen tratamientos, alguno de ellos muy vinculados al vino en una zona, Ribera del Duero, famosa por sus caldos. De hecho, el monasterio elabora su propio vino, de nombre Converso. Una producción pequeña (cerca de 20000 botellas al año) que, sin embargo, obedece a una tradición milenaria: se dice que en la parte baja de lo que ahora es el gastrobar, llamada Bodega de los monjes, es donde estos elaboraban su propio vino y, según la leyenda, el lugar en el que se pergeñó lo que luego, hace tan solo unas décadas, se establecería como D.O. Ribera del Duero.
Por cierto, que la palabra Converso, además de ‘adornar’ al vino autóctono, es el nombre del restaurante, que sirve a la carta productos autóctonos. Junto al gastrobar, con propuestas más informales pero igualmente gozosas, conforman un tándem que huele a ampliación. En efecto, hay planes para un tercer restaurante que abrirá después de verano y también para incluir cocina de autor. Además, el monasterio cuenta con su propio huerto que aspira, en algún momento futuro, a surtir ampliamente los menús e incluso un gallinero cuyo propósito último es recuperar la gallina castellana, una vistosa ave de plumas negras que produce pocos huevos pero muy singulares.
Y es que la dualidad entre pasado y futuro está muy presente: el Monasterio de Valbuena es sede de la Fundación Las Edades del Hombre, cuyo objetivo pasa por conservar y dar a conocer el patrimonio artístico a través de exposiciones (la última, Hospitalitas, se puede visitar en Villafranca del Bierzo y Santiago de Compostela hasta noviembre) y charlas. Asimismo, restauran piezas antiguas, del patronato de la Fundación, pero también de particulares.
Por otra parte, el futuro se encarna en la modernidad y buena conectividad de las habitaciones y en el manejo de los recursos, como el empleo de la geotermia, la instalación de calderas de biomasa o un deposito que recoge el agua de lluvia que surte a las cisternas de los baños.
En cuento a las actividades, Castilla Termal Monasterio de Valbuena promueve la práctica del cicloturismo entre viñedos, las visitas a bodegas (hay dos a diez minutos a pie que ofrecen también catas gratuitas) y el propio monasterio organiza unas catas diarias de cuatro vinos (cuestan 19€) que el sábado aumentan a otros dos (también el precio sube a 30 €). Actividad pensada para completar una experiencia distinta y muy gratificante cuyo pack estrella –fíchalo en castillatermal.com– incluye alojamiento, desayuno y acceso ilimitado a la piscina termal, además de la exterior, donde puedes bañarte y tomar el sol prácticamente a pie de Duero. Lo dicho, un lujo.