Los años 60 fueron una continuación de los años 50. Unos años donde la moda vivió su punto álgido, acercándose de nuevo hacia el glamour y hacia un estilo de vida clásico y cómodo que suscitaba el interés de las clases altas.
De nuevo la gente volvía a apreciar el valor de la alta costura tradicional, y compradores y periodistas de moda de todo el mundo se reunían en exhibiciones que dos veces al año se celebraban en París. De hecho, por este suceso, a día de hoy todavía consideramos París como la capital mundial de la moda.
Tal y como describen en el libro Historia de la moda del siglo XVIII al siglo XX de la editorial Taschen, la década de los 60 fue marcada por el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy, la revuelta estudiantil parisina en mayo del 68 o el éxito de la primera cápsula espacial tripulada en 1961 de la Unión Soviética.
Además, el hombre llegó a la Luna en 1969 y, en medio de todos estos acontecimientos, la nueva generación de jóvenes buscó su propio estilo a través de la moda y de la poderosa nueva cultura americana. Y con las canciones de grupos ingleses como The Beatles o las preocupaciones reflejadas por el movimiento cinematográfico francés de la nouvelle vague, la moda propuso expresar nuevas y atrevidas emociones a través de la cultura yankee, los pantalones y las fibras no orgánicas que dieron valor a nombres como los de Saint Laurent, Courregès y Rabanne.
El auge del prêt-à-porter, la moda americana y la permanencia de la moda francesa
La ilusión de la alta costura había vuelto, sí, pero en la década de 1960 la sociedad de consumo se estaba acercando con rapidez, y el prêt-à-porter satisfacía las necesidades de un amplio mercado con artículos de calidad. De hecho, con el avance de la cultura de masas y las fibras artificiales, este tipo de moda se ganó el respeto y contribuyó a popularizarla.
Al mismo tiempo, los americanos reclamaban sus medallas de confección. Rudi Gernreich fue uno de los nombres más sonados por presentar en 1964 un traje de baño sin la parte superior, el monokini, que claramente representaba un nuevo concepto del cuerpo: la llamada conciencia corporal. También se inventaron los minivestidos que dejaban a la vista las piernas hasta los muslos. Marshall McLuhan insistió en que “la moda es una extensión de la piel” y Mary Quant fue una diseñadora inglesa que ayudó a introducir de forma muy eficaz la versión mini en el estilo normal.
Mientras los yankees se ganaban su prestigio, los franceses demostraban que seguían siendo los maestros. André Courrèges dio salida a los minivestidos en la alta costura y Pierre Cardin enterró a la elegancia más clásica, dando lugar a vestidos cortos con formas geométricas y materiales inorgánicos que definían la moda futurista. Además, también anticipó la llegada de la tendencia unisex que desembocó en el movimiento hippy o “revolución del pavo rea”: hombres con pelo largo, ropa de colores vivos con adornos y encajes.
El pantalón femenino, Yves Saint Laurent y Paco Rabanne
Paralelamente, y mucho antes de que se hubiera calmado la conmoción causada por la minifalda, el pantalón llegó al armario de la moda femenina. Aunque el estilo garçonne de entreguerras se había introducido como una imagen andrógina con chaquetas sastre, los pantalones se reservaban para la casa o la playa.
En Estados Unidos esto no funcionaba así, ya que los pantalones vaqueros se convirtieron en una prenda informal tanto para hombres como para mujeres en los años treinta, y tras la Segunda Guerra Mundial, esta prenda consiguió ser aceptada por las mujeres de todo el mundo en estilos informales. Esta tendencia influyó a la alta costura y Courrèges fue el primero en presentar un conjunto pantalón como vestido de noche en 1964.
Cayendo este tabú de la alta costura, un joven Yves Saint Laurent, tremendamente sensible a las tendencias sociales, se independizó de Dior en 1961 y abrió una boutique de prêt-à-porter cinco años más tarde con una línea de pantalones sastre. Los disturbios de mayo del 68 contribuyeron a la popularización de este estilo, y el diseñador se hizo famoso por sumar dos de sus iconos, el Mondrian Look del 65 y el Pop Art Look del 66.
Esta innovación en materiales abrió diversas posibilidades para una moda con un aspecto más sintético y futurista. Uno de los más destacados en este ámbito fue Paco Rabanne, quien por primera vez se alejó de forma sistemática de la idea de que solo se podía utilizar tela para confeccionar prendas, adoptando metales y materiales no tejidos para la ropa, y cambiando la historia de la moda para siempre.