Cuando le preguntamos a la actriz granadina Mina Serrano si a sus 27 años siente que ha vivido mil vidas, asiente y admite tener cierto gusto “por le cambio, por la metamorfosis, por descubrirme todo el tiempo”. Y es precisamente esa querencia hacia la metamorfosis la que le ha valido los elogios de la crítica argentina hacia su papel en la serie Cris Miró (Ella), que Mina protagoniza. Ella interpreta a la Cris del título, la primera vedette trans del país sudamericano, quien enfrentó mil y un prejuicios en la década de los 90. Un personaje enorme para una intérprete a la que apenas acabamos de descubrir y que ya nos deja con ganas de más. 

Cris Miró (Ella)
D.R.

Mina en una escena de Cris Miró (Ella).

Suponemos que conseguir encarnar a una diva argentina siendo prácticamente una desconocida actriz española no fue tarea fácil. El proceso comenzó con una convocatoria a través de Instagram. El equipo llevaba mucho tiempo buscando, haciendo castings, y, como no encontraban a nadie, en algún momento decidieron abrirlos internacionalmente. Recibieron muchísimas solicitudes de actrices argentinas y otra, la mía, desde París. Al principio fue como “no, la española no; cómo va interpretar ella a un icono argentino”.

Pero la pregunta era: “¿Estudió? ¿Se formó? Sí. ¿Se parece? Hagámosle una prueba”. Y ahí empezaron las audiciones por zoom. Al principio con mi propio acento y después me preparé con una coach, no sin antes decidir que yo era apta, que no estoy sorda ni soy un caso perdido para hacer el acento. Tras esto me llevaron una semana a Buenos Aires, a conocer a Martín Vatenberg, director y creador de la serie. Recuerdo que lo primero que me dijo fue: “Yo necesito una actriz con la que darnos la mano para llevar esto a cabo y quiero saber si podemos conectar en ese plano”. Y conectamos. 

Todavía no has perdido el acento porteño. Yo lo llamo ‘trasatlántico’. Se encuentra a medio camino. Hace dos meses estaba porteña perdida y ahora empiezo a estar más española, aunque me paso el día hablando con argentinos. 

¿Tú sabías de la existencia de Cris Miró? Y, de ser así, ¿ha cambiando la idea que tenía de ella? Conscientemente la humanicé y no pienso en ella como el icono que fue. La conocí años atrás a través de un libro de Camila Sosa Villada llamado Las malas. Solo salía en una página, pero hubo algo en aquellas palabras qué me hizo detener la lectura y buscar quién era Cris Miró. Desde entonces estuvo en mi mapa, en mis referencias; se convirtió en una de mis ‘ídolas’. Pero una vez inicias el proceso interpretativo empieces a plantearte desde dónde comienzas y cómo lo abarcas. Escuchas, entiendes, encuentras más material, historias que te cuenta la gente de su entorno. Y ahí es cuando comienzo a humanizarla, a ver contradicciones, períodos menos luminosos de su vida… todas estas cosas que la hacen más compleja, que son esenciales a la hora de contar su historia y sin las cuales sería difícil sentirse identificada con alguien tan icónico. 

¿Desde pequeña ya asomaba la interpretación en tu horizonte? Fue mi segundo amor. Siempre conecté mucho con la pintura, con el dibujo, con el cómic, con todo lo visual. Lo que pasa es que era patológicamente tímida. Debido a ello, les sugirieron a mis padres que me apuntaran a teatro y allí descubrí que me gustaba contar historias con mi voz y con mi cuerpo independientemente del formato. Me di cuenta de que cuanto estaba en escena las regla cambiaban y sentía más poder que en la vida. Estudié en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático ) y entendí que todo aquello era un molde, que la opción que tenía era entrar en ciertos modelos con los que no me identificaba. Sentía que si pasaba por ese aro trabajaría, pero sería como estar muerta por dentro. Entonces empecé a hacer revista, performance, me fui a Berlín para seguir con las performance allí, pruebo el arte contemporáneo, doy al salto a la moda y llego a París. Con todo ese bagaje, entré en una compañía de danza. Tomé una dirección distinta porque veía que la interpretación era más mainstream y que en la ficción no había gente como yo. Encontré mi nicho en un universo que aún hoy me encanta y donde se valora la autenticidad y la integridad del artista.

Mina Serrano
D.R.

Abandonaste Granada siendo una adolescente. Imagino que para tus padres fue difícil dejarte ir. Creo que ha habido cosas que les han generado más sufrimiento que yo. Lo mío fue una obviedad: desde que empiezo a formar mi personalidad, mis padres sabían que me iba a ir, aunque quizás no querían o confiaban en que fuese más tarde. No es que mi vida fuera un infierno entonces, pero sabía que había otras formas de vivir, de ser, y a las que no tenía acceso. 

Siempre te has sentido diferente y has afrontado casos de bullying. ¿No tienes la tentación de mirar a aquellos que te hicieron la vida difícil y soltarles un ”mirad donde he llegado”? Es mi deporte favorito: cada cierto tiempo me meto a mirar en internet a x personas para ver cómo les va; entro a cotillear. Una vez cada dos meses no hace daño (risas). Cuando llegas a la adolescencia y se tensan las cuerdas, te descubres y no sabes quién eres, estás obligada a tomar decisiones. Si encajas en una dinámica colectiva, simplemente te dejas llevar; cuando no es así, tú decides. He sufrido episodios de bullying, pero a la vez he tenido claro lo que quería o no quería. No pretendo romantizarlo, pero sí opino que el no encajar es parte de un proceso por el que tienes que pasar.

¿Has notado diferencias entre España y Argentina respecto a la percepción que se tiene de las personas trans? Las hay, aunque también existen puntos en común. Noto una polarización muy fuerte entre gente que está en contra de que se consigan ciertos derechos y gente (y leyes) muy progresista. España fue uno de los primeros países en legislar sobre el matrimonio igualitario y Argentina es uno de los primeros en contar con una ley trans, de no discriminación. Allí hay un cupo laboral, es decir, existe un porcentaje de personas trans que tienen que estar contratadas en todos los organismos públicos. Y eso cambia el panorama por varias cosas: 1) porque hay oportunidades; 2) porque permite que las personas se pueden formar, y 3) porque hay un contacto de la sociedad con estas personas que, en caso contrario, tal vez vivirían en la marginalidad. Pero cuando vas al médico y tu enfermera es trans, o acudes al banco o a votar, cualquier cosa que hacemos en nuestro día a día, y hay una persona trans atendiéndote, el cliché se desestructura. Forman parte de la sociedad, están ahí y adquieres el hábito de verles, de compartir con ellos. Siento que la mayor parte de la gente que rechaza a las personas trans nunca ha hablado con una. 

Mina Serrano
D.R.

¿Has sufrido algún problema simplemente por el hecho de caminar por la calle? Alguna vez, pero no es lo habitual. Aunque tampoco es algo en lo que piense, porque no quiero limitarme. Eso no quiere decir que sea una inconsciente, sino que no voy a dejar de hacer cosas por eso. Creo que en realidad esto es una experiencia común: el miedo a que te ocurra algo en la calle o a lo que sientas después nos pasa a todos en ciertos momentos por razones diversas. En caso del colectivo trans es cierto que hay algunos temores más específicos, no lo podemos negar. 

Mina, ¿qué es para ti el éxito? Diría abundancia y libertad. Es más, creo que ambas están conectadas. 

Y después de Cris Miró, ¿qué? Me voy a México. Es un paso natural, porque tiene la mayor industria de América Latina y habiéndome dado a conocer allí, lo lógico es que tenga que ir antes o después. También tiene pinta de que vuelvo pronto a Argentina. Después, hay dos películas europeas de las que no puedo decir mucho.

¿Tus sueños bien, gracias? Tengo muchos. Me encantaría trabajar con Marina Abramovich, estar en un montaje teatral de Robert Wilson, hacer revista… También me gustaría, no sé cómo ni de qué manera, colaborar con Mina Mazzini, la cantante italiana. Ella tiene un poco de culpa de que me llame así porque ha sido mi artista favorita. Siempre me inspiró, ya no tanto sus canciones que también, sino su forma de ser, de desaparecer del mundo (no hay imagen pública de ella después de los años 70). Tenía un gusto por la transformación, por el juego de la imagen, de la estética…. Conecto con ella mucho y me encantaría que compartiéramos algún proceso, de lo que fuese. Me gusta expandirme y no necesariamente busco un director que me descubra o me dirija, sino de trabajar con artistas a las que admiro en otros contextos.