En un mundo hiperconectado, donde las pantallas gobiernan nuestro tiempo y las notificaciones marcan el ritmo de nuestros días, surge una pregunta inevitable: ¿dónde está nuestro lugar para parar? La respuesta, según la interiorista Natalia Zubizarreta, está en transformar nuestros hogares en santuarios que imiten la calma de la naturaleza.
Así nace el minimalismo cálido, una tendencia que fusiona la simplicidad de las líneas puras con materiales orgánicos, tonalidades terrosas y una estética que evoca cuevas modernas. Un espacio para la introspección, pero también para reconectar con lo esencial.
El minimalismo cálido no es solo una apuesta estética, sino una respuesta emocional a la sobresaturación digital.“Vivimos en una sociedad que nos exige velocidad constante. Nuestros interiores deben compensar eso, creando ambientes que nos sosieguen”, explica Zubizarreta. ¿Cómo lograrlo? Imitando los elementos que nos regala la naturaleza: texturas imperfectas, formas curvas y paletas que trasladan el exterior a ese mundo interior.
Filosofía y claves estéticas: cuando el hogar se convierte en cueva
Las paredes rugosas, tratadas con morteros de cal o arcilla, son la base de este estilo. Estas superficies, con sus irregularidades y tacto orgánicos, aportan calidez y una sensación de protección casi primitiva. “No se trata de un minimalismo frío o aséptico. Aquí las texturas hablan, tienen alma, aclara la experta. A esto se suman los tabiques con formas curvas —arcos, esquinas redondeadas— que rompen la rigidez de las líneas rectas y guían el movimiento de forma fluida.
En cuanto al color, los tonos blancos inmaculados ceden protagonismo a una paleta de ocres, melocotones suaves y verdes apagados. “Durante años huimos de los amarillentos, pero ahora regresan con matices más sofisticados: vainillas terrosas, tierras quemadas, verdes…”, detalla Natalia. La clave está en combinar tonalidades de la misma familia con diferencias sutiles —por ejemplo, un techo en ocre claro y paredes en melocotón desvaído— para crear ambientes monocromáticos, pero llenos de profundidad.
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Y para los que piensen que los pisos pequeños solo funcionan en blanco, la interiorista tiene un mensaje claro: “Fundir paredes y techos genera una atmósfera acogedora y cálida, como de cueva, que nos hace sentir más a gusto y además aporta sensación de amplitud”. Eso sí, advierte: “Los tonos oscuros restan luz. Si quieres calidez sin sacrificar metros, apuesta por colores naturales, pero en versiones claras”.
Pequeños espacios, grandes soluciones: cómo aplicar la tendencia sin errores
Para Natalia Zubizarreta, el minimalismo cálido es ideal para viviendas reducidas, siempre que se prioricen ciertas estrategias. La primera: optimizar el espacio sin sacrificar estilo. “En cocinas o baños, los muebles con esquinas redondeadas son clave. Suavizan el ambiente y evitan que las aristas rompan la fluidez visual”, señala. Eso sí, reconoce un inconveniente: “Los chaflanes curvos restan algo de almacenaje, pero ganamos en sensación de amplitud”.
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Otra máxima es llevar los armarios hasta el techo —tanto en dormitorios como en cocinas— y mimetizarlos con el color de las paredes. “Las carpinterías blancas se han usado tanto que han perdido frescura. Ahora lo sofisticado es optar por lacados en tonos cashmere o beige”, recomienda. De hecho, en las cocinas, el beige se ha convertido en el nuevo blanco: “Es cálido, neutro y combina a la perfección con materiales como la piedra natural o la madera”.
Hablando de materiales, la prioridad son las texturas que imitan lo orgánico. “Las piedras naturales —o sus versiones sintéticas ultrarealistas— son tendencia. Los avances en fabricación permiten tener materiales resistentes sin renunciar a la estética”, destaca Zubizarreta. En suelos, la madera clara —roble blanqueado, fresno— sigue siendo la mejor opción para espacios reducidos, aunque también apuesta por baldosas o vinilos efecto madera: “Permiten mantener la misma base en toda la casa, incluso en baños, ganando continuidad visual”.
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En cuanto a los muebles, las maderas oscuras —como el nogal— ganan terreno frente al roble claro, pero con precaución: “En un piso pequeño, úsalas en piezas puntuales: una mesilla, una butaca… Nunca en armarios grandes, porque añaden peso visual”. Y para no fallar, la interiorista insiste en tres elementos infalibles: telas naturales —lino en cortinas o fundas—, sofás arrugados y extra cómodos en fibras naturales y objetos con historia. “Una mesa antigua, una vasija rústica o una planta grande introducen ese factor humano que evita que el minimalismo se sienta frío”, concluye.
El minimalismo cálido es, ante todo, un acto de resistencia contra el ritmo frenético de la era digital. Como sintetiza Natalia Zubizarreta: “Como no hay tiempo ni hábitos de salir al campo, me lo monto en casa”. Una filosofía que se materializa en paredes rugosas de cal o arcilla, en esquinas redondeadas que acarician el espacio, y en la convicción de que el hogar debe ser nuestro santuario de calma. En 2025, no habrá refugio más necesario que este.