En verano quieres mar. Lo esperas todo el año. Cuando puedes te escapas a la costa. En estas vacaciones tienes mar. En breve, te ves en la playa. A veces parece que el mar es la solución para todo. Es cierto que alivia muchos males, físicos y psicológicos. Pero el mar también esconde muchos peligros. Y el cine se ha encargado desde siempre de mostrar sus dos caras.

CUANDO TIBURON CAMBIÓ LAS COSAS

Era 1975 y un joven Spielberg estrenaba su flamante película, una película en la que un escualo de dimensiones inconmensurables era el principal protagonista. Lo que realmente hizo grande la película y la convirtió en un hito muy importante en el mundo del terror más blockbuster, fue la intención del director de conseguir un suspense que aliviara el desencanto que sufrió con las primeras pruebas del tiburón mecánico que habían construido.

De esta forma, y siguiendo los pasos del grande del misterio, el señor Hitchcock, consiguió mantenernos a todos amarrados a la butaca siguiendo los picos de la BSO que ha quedado en nuestras memorias para siempre y a la que recurrimos bastante a menudo.

Se dice que después del éxito de su estreno, el miedo al mar aumentó. Ese miedo irracional de lo que pueda haber en un medio que no dominas. Ese miedo a ser atacado por un ser irracional con instinto asesino.

Desde entonces se han sucedido muchas películas de dudosa calidad en las que un escualo era el encargado de desatar el terror entre los protagonistas. Sin ir más lejos, este verano, el 8 de agosto, se estrenó Megalodón, la vuelta de una criatura dinosáurica en los océanos más actuales. El fenómeno no tiene fin y es un recurso al que sin duda se volverá sin ningún tipo de pudor.