Sí, los hemos probado. Y sí, nos gustan los tres. Mucho. Diferentes ofertas, distintos ambientes pero una propuesta igual de interesante y capaz de lograr, no solo que practiques el noble (y muy desestresante) arte del tardeo, sino que quieras quedarte a cenar. Estos tres rincones madrileños del buen beber y comer evocan tiempo entre amigos, cócteles de alto nivel y escenarios de los que solo puedes llevarte un buen recuerdo. Nosotros hemos estado y ya te aseguramos que volveremos. ¿Por qué? Porque de este trío nos gustan hasta las sillas.
Tarde.O. El bar del hotel Rosewood Villa Magna es uno de esos lugares que lo tiene todo para un encuentro post trabajo: su ubicación (en el Paseo de la Castellana 22), su decoración (concebido a modo de jardín chill) y su oferta de tapeo y coctelería. Y no menos importante, su animación musical, que también la hay, y ese ambientazo, con una curiosa mezcla entre clientes del hotel –escuchas hablar en todos los idiomas– y gentes que acuden al reclamo de un tranquilo y muy especial afterhours. En su oferta habitual, snacks que pueden ir desde las empanadillas o las croquetas al caviar y las ostras, y cócteles de autor, sin alcohol y clásicos. Una amplísima carta a la que esta semana se suma otra nueva aventura. Y es que desde finales de septiembre, Tarde.O se ha convertido en una singular ‘sucursal’ del mexicano Zapote Bar, establecimiento catalogado como uno de los mejores bares del mundo. De hecho, todos los cócteles con sabor a México que se sirven durante estos días –incluido el riquísimo Hoja Santa– están supervisados por Joshua Monaghan, director mixólogo del Zapote Bar, que ha traído consigo platillos que saben a México y que también son santo y seña del Zapote. Un delicioso menú que complementa la ya de por sí completísima carta de Tarde.O.
Inclán Bar Brutal. Lo encontrarás apenas a unos pasos de la puerta del Sol y aquí hay locura, extravagancia y exceso. Desde la decoración hasta la carta y la presentación de los platos, todo parece sacado de una merienda con el Sombrerero Loco. Quizás suene demasiado bizarro, pero lo cierto es que funciona y, lo que es aún más relevante, no encontrarás nada igual en su zona (de hecho, se llama Inclán por Don Ramón de Valle-Inclán, padre del esperpento). En su carta, cócteles a mayor gloria de Bob Marley o Freddie Mercury (servidos en un busto a imagen y semejanza de ambos artistas) y dos must como la Margarita Brutal o el Brutal Kraken que te lo presentan pues eso, dentro de la figura de un kraken. Para degustar, por ejemplo, una burrata a la que le inyectan una especie de Bloody Mery sin alcohol nada más traértelo a la mesa. Además, está el arroz meloso de pato y trufa y las zamburiñas a la brasa. Lo dicho, una locura. Y, como fin de fiesta, el tiramisú servido en cafetera italiana (la realidad supera a la ficción) resulta imbatible. Abre al mediodía y cierra pasada la medianoche. Ah, falta la dirección: Álvarez Gato, 4. Sí, como no podía ser de otra manera, está en el Callejón del Gato.
PerretxiCo. Un clásico ya que nació en el País Vasco, más concretamente en Vitoria, y ha consolidado su imparable éxito en Madrid. Y aunque en la capital encontramos varias ‘sucursales’, nuestra favorita es la de la calle Rafael Calvo 29, en el epicentro del barrio de Chamberí, ese que últimamente se lleva todas las loas en cuanto a su oferta de restauración se refiere. No es para menos, porque asomarse al mundo pintxo de esta taberna (su decoración está concebida como tal) es otro nivel. Desde la gilda con anchoa (del Cantábrico) hasta el donut de cocido, que le ha valido algún que otro galardón, todo es maravilla. Nuestro tardeo perfecto consistiría en tomarnos una sidra o una cerveza (incluso algún txacoli) bien acompañada de unas croquetas, un salteado de setas, que para eso es temporada, o unas rabas, que las hacen divinas. Y de postre, la tarta de queso Idiazábal. Aunque si vas en plan cuadrilla, que sepas que tienen un menú picoteo con su ensaladilla rusa –también premiada– como estrella y que cuesta 24,95 por persona. Sales lo que se dice rodando.