La fascinación del mundo de la moda por el ballet ha hecho que los más grandes diseñadores hayan encontrado inspiración en este arte, al menos una vez en su vida. Jacques Fath, Christian Dior, Pierre Balmain, Coco Chanel o Yves Saint Laurent, recurrieron a esta estética que ha ido evolucionando a lo largo de la historia, dejando atrás los incómodos guardainfantes a favor de prendas más ligeras y vaporosas, que acompañaran los movimientos delicados y precisos del baile.
No fue sino hasta comienzos del siglo XIX que el tutú irrumpió en escena. Concretamente en 1832, cuando Eugène Lami diseñó una falda compuesta por capas de gasa y muselina a juego con un corpiño, para la bailarina Marie Taglioni, quien lo lució durante la representación de La Sylphide. Sin saberlo, había nacido una estética que, a día de hoy, sigue siendo el epítome de la feminidad.
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Años después llegó Patricia Field, la figurinista de ‘Sexo en Nueva York’, para hacer del tutú la prenda que mejor define a su protagonista, Carrie Bradshaw. Los looks de ensueño que ha lucido tanto en la serie como en alguna de las películas, han sido el ‘leit motiv’ de una generación que se atrevió a incluir una falda con tutú en el armario de básicos.
La historia de amor entre el ballet y la moda
Junto con los zapatos planos de raso y con largas cintas, esta falda es la pieza más representativa del ballet, aunque no es la única que ha servido para inspirar sendas colecciones. Pensemos en Rodarte y los vestidos que creó para ‘Cisne negro’, o remontémonos al desfile de Alta Costura de otoño 1976, cuando Yves Saint Laurent presentó la colección titulada ‘Ópera - Ballets Russe’, misma en la que las bailarinas de Degas, las odaliscas de Eugène Delacroix y las mujeres que pintaba Dominique Ingres, le hicieron de musas para un desfile donde la seda, la piel, el chiffon o el terciopelo, fueron los protagonistas.
Del mismo modo que los couturier bebían del baile, los bailarines y coreógrafos acudían a ellos en busca de un vestuario acorde a su arte. Uno de los casos más llamativos es el de Martha Graham, quien encontró en Roy Halston su diseñador y mecenas. Fue ella también quien, en los 90, pensó que el minimalismo de Calvin Klein sería una forma fantástica de acompañar sus coreografías apasionada.
Gianni Versace para el coreógrafo francés Maurice Béjart, Jean Paul Gaultier para Régine Chopinot o Christian Lacroix para Karole Armitage, son sólo algunos ejemplos más de esta relación tan enriquecedora.
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En 2025 el ‘balletcore’ será la tendencia más buscada
Son muchas las veces que hemos visto reminiscencias del baile clásico en la pasarela. Pero este año, gracias a Ferragamo, Simone Rocha, Prada, Loewe o McQueen, tanto los accesorios como calcetines gruesos y largos, hasta los vestidos más histriónicos y abullonados, han vuelto a estar en el centro de las miradas, augurándonos una primavera donde el ‘balletcore’ se corona como una de las tendencias del momento.
La colección de Ferragamo de primavera/verano 2025, rescataba las icónicas bailarinas que diseñasen para Audrey Hepburn en los años 50, aunque esto era sólo la punta del iceberg. Llegaron también bodies, culottes, leggings, chaquetitas de punto y sandalias con lazadas a la pantorrilla, que convivían con gabardinas o abrigos confeccionados en nylon de seda.
Launchemetrics SpotlightEl bailarín Rudolf Nureyev fue uno de los muchos artistas que lucieron zapatos de baile a medida diseñados por Ferragamo en los años ochenta. Desde la década de 1920, Salvatore Ferragamo estudiaba la anatomía del pie para crear calzados innovadores, como las icónicas bailarinas de gamuza que Audrey Hepburn inmortalizó en la película Cenerentola a Parigi en 1954. Esta profunda conexión entre el ballet y la firma ha sido parte del legado de la marca, pero Maximilian Davis, su director creativo, la ha llevado a un nuevo nivel en la colección primavera-verano 2025. Inspirándose en la elegancia y la gracia del ballet, Davis reinterpretó estos elementos clásicos en clave contemporánea.
Para esta colección, Maximilian Davis hizo un viaje en el tiempo. Rescató la relación entre Salvatore Ferragamo y la bailarina y antropóloga Katherine Dunham, y aquellos años ochenta, cuando el gran Rudolf Nureyev lució unas bailarinas a medida que el diseñador hizo para él. Lo vemos en la sastrería oversize y los trajes de deporte técnicos, que se llenan de glamour mediante bordados de lentejuelas.
Por su parte, JW Anderson demostró que la moda puede ser tan futurista, como romántica, presentado una colección en la que pudimos ver vestidos flotantes con guardainfantes y estructuras en A que nos recuerdan, y mucho, a ese vestuario de las bailarinas.
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La reinvención de algunas de las piezas icónicas de la firma, como las zapatillas Ballet Runner, nos lleva también a pensar en la danza. Presentadas por primera vez en 2019 como un híbrido entre zapatilla de running y bailarina, las Ballet Runner 2.0 tienen la distintiva puntera asimétrica de la casa, combinada con el aspecto de una zapatilla de running de los años 70.
Loewe
Lo que Simone Rocha propone es un juego con los contrastes, donde la ingenuidad se proyecta a través de los kilómetros de tul que envuelven los vestidos, los lazos de organza y los cárdigans envolventes; y ese deje punk lo añade el denim, los cristales de colores o los estampados cargados de intención, todo en tonos rosas, rojos, negros o pistacho.
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En el ‘street style’ hay hueco para esta tendencia
Más allá de la pasarela, la inspiración ballet también ha salido a la calle, haciendo de los zapatos planos y ultrafemeninos los más deseados de la temporada. Vemos colores empolvados en las estanterías de las tiendas, tejidos suaves, faldas con vuelo o chaquetas que sugieren un postentreno delante de la barra y el espejo.
Nos rendiremos a las bailarinas con cintas que suben por la pierna, bien sea atadas al tobillo o como unas romanas, dándole un toque extra de estilo. Los vestidos y las faldas ganan en volumen y sí, también encontraremos mucho tul para las que quieran revivir alguno de esos míticos estilismos de Carrie.