El viaje oficial de Guillermo y Máxima de los Países Bajos con su hija Amalia, la heredera al trono, a las antiguas colonias holandesas en el Caribe ha marcado un antes y un después en nuestra relación fashion con la monarca de origen argentino.
Si ya sabíamos que adora la moda hasta el punto de atreverse con el complicado mix de perfecta y valiente invitada con vestido amarillo y bolso de serpiente, en este tour caribeño ha logrado que nos rindamos definitivamente ante ella.
Si por algo ha destacado siempre Máxima de Holanda es por su carácter alegre, decidido y cercano, unos matices que la alejan considerablemente de la mayoría de monarcas europeas, habitualmente mucho más contenidas en sus apariciones públicas y también en sus estilismos, que al fin y al cabo es lo que nos interesa. Pero Máxima es diferente, de eso no tenemos ya la menor duda. Solo ella es capaz de inmortalizar con su propio teléfono móvil cualquier evento de los que preside, de bailar como “una loca” y con muy buen sentido del ritmo danzas caribeñas o de pedir ayuda a sus peluqueras y asistentes personales para retocar su ya icónico peinado en mitad de una ráfaga de viento.
Todo esto, y muchos otros gestos de espontaneidad, lo hemos podido comprobar en estos días de viaje oficial por el Caribe en la que nos ha entretenido y maravillado con sus siempre llamativos y comentados outfits, y con permiso de su hija Amalia, presente por primera vez con sus padres en un viaje oficial (y otro gran fichaje fashion del que tendremos que hablar en otro momento). La reina Máxima, siempre exagerada en los colores, las siluetas y, sobre todo, en los accesorios por los que siente verdadera predilección –cinturones, tocados y sombreros especialmente–, no resulta nunca excesiva.
Solo alguien como ella puede salir más que airosa de estrategias estilísticas de gusto cuestionable como visitar el Parque Nacional Arikok, en la isla de Aruba, con un mono estilo safari adornado con dos accesorios “de señora pija” por excelencia como son el cinturón de piel marrón clásico y las sneakers Hogan con cuña interior, o combinando un traje sastre con pantalón tipo culotte de Massimo Dutti con zapatos en PVC transparente de Gianvitto Rossi, como hizo en su llegada ala isla de Saint Martin.
Pero si algo nos ha demostrado Máxima de Holanda en estos días de gira por el Caribe con su marido y su hija es que con carácter, alegría y seguridad en sí misma no hay aspecto fashion que se resista. Ni siquiera en las mujeres mayores de 50 años. A ella siempre se la ve sonriente, segura y orgullosa de su cuerpo, cómoda y cercana, y aunque detrás hay muchísima producción –maquillaje, peluquería, lujo y preparación–, con esa actitud disfrutona y relajada consigue encandilarnos también a nivel estilístico. Y eso, para nosotras, también es todo un gustazo. “Máxima, eres lo más”.
ESTOS SON LOS TIPS DE ESTILO PARA TRIUNFAR CON MÁS DE 50 AÑOS, SEGÚN MÁXIMA DE HOLANDA
- Nunca es demasiado. No hablando de joyas, ni de tocados ni siquiera de colores. Para la reina de Holanda “más siempre es mejor”. Y punto.
- El talle alto, siempre. Ya sea con cinturones, lazadas o cintas a tono en el caso de los vestidos, marcar el talle ligeramente siempre es sinónimo de acierto pues otorga un aire de elegancia en todo caso. (incluso con un mono safari!).
- Sí rotundo a los detalles que añadan volumen como las maxi lazadas o drapeados en el abdomen, las joyas XXL y los tocados aparentemente imposibles.
- Sí rotundo también a todo tipo de asimetrías en los escotes y a los largos cropped en los pantalones anchos.
- Los escotes a la caja siempre favorecen a las mayores de 50, sin excepción. Que sean con tirantes o con manga larga ya es según los gustos personales, aunque Máxima luce ambos tipos sin problema.
- Accesorios, muchos, grandes y llamativos, siempre. Ella no diferencia entre horas ni ocasiones. Siempre es una ocasión estupenda para ponerse u que tocado o un papelón, y complementarlo con un juego de joyones de perlas o con piedras preciosas. El minimalismo no es lo suyo.
- Tacones y cuñas siempre, salgo excepciones en las que el zapato plano sea una cuestión de imperiosa necesidad como caminar por la arena de la playa o por un parque nacional, por ejemplo.