Es la primera noche en siete meses que he dormido más de ocho horas”, nos confiesa una agotada y feliz Vicky Luengo (Palma, 1990). Agotada porque acaba de finalizar el rodaje de la serie Reina roja (Prime), basada en la novela de Juan Gómez Jurado
– “116 días de trabajo en los que he estado en casi todas las escenas”– y feliz tras su premio a Mejor Actriz en los Gaudí por Suro, película que le ha valido también una nominación a los Goya “totalmente inesperada en un año en la que solo estar nominada entre tanto talento ya es un premio”.
Hay mucho hype en torno a Reina roja. Interpretar a Antonia Scott, probablemente uno de los personajes más inteligentes (y atormentados) con los que nos hemos topado, no habrá sido fácil. No es sencillo, porque se trata de un personaje enclaustrado en la culpa. Tiene un don, pero ese don le provoca dolor. Y luego no había nadie en el que yo me pudiera fijar porque no existe esa persona más inteligente de la Tierra en la que inspirarme. He mirado documentales y he leído libros sobre altas capacidades. Y me he dado cuenta de que no siempre es fácil vivir con ellas.
Llevas desde los 14 años en esto, pero seguro que tú también has tenido algún proyecto que ha supuesto un antes y un después. La serie Antidisturbios, sin duda. El otro día hacía cálculos y llevo 18 obras de teatro, 8 o 9 series... No sé cómo me ha dado tiempo a hacer tanto. Con Antidisturbios se conjugaron varios factores: uno, la suerte; otro, que yo estaba preparada para afrontar el personaje, y tercero, que se trató de un proyecto que fue mirado. Eso me abrió muchas puertas. Y luego, Suro siempre será también especial porque me ha traído muchas cosas buenas.
La película trata de una pareja burguesa que abraza la vida de pueblo pero no todo resulta tan idílico como lo habían planeado. El rural está muy presente en el cine español últimamente (Lo que arde, As bestas...). Creo que es coincidencia. Mikel (Gurrea, director de Suro) dice que la naturaleza es neutra. Es el ser humano quien pone el punto de vista sobre ella y la romantiza o la hace violenta.
Antes te preguntaba por un proyecto que haya supuesto un antes o un después y ahora lo hago por un casting. Probablemente habrás tenido alguno más especial. Destacaría el que hice para una película francesa cuando tenía 19 años. Buscaban a una chica que hablara francés y bailara flamenco y yo, ni lo uno ni lo otro. Así que monté una coreografía viendo vídeos de YouTube y me aprendí frases como un loro. Cada vez que acababa de bailar, el director repetía: “otra vez”. Me cogieron y meses después me dijo: “Te veía hacerlo tan mal, que no me podía creer que tuvieras tanto morro”. Me enseñó que las ganas y el deseo de que las cosas pasen importa, que el perseverar da resultados.
Naciste en Palma de Mallorca. ¿Qué tiene tu carácter de isleño? Tengo la necesidad de, esté donde esté, ver el horizonte. Ahora vivo en un ático en Madrid y veo la sierra, la puesta de sol... Soy muy feliz. Cuando tenía un piso más bajo, me iba al Templo de Debod solo para ver el horizonte.
¿Qué otros sitios de Madrid te gustan? Los cines Golem, El Retiro, el restaurante Toga (Juanelo 23) o el Marmitón (de las Aguas 6), las terrazas, la plaza de Cascorro...
Dices que te encanta perder el tiempo. Creo que para entender las cosas que nos pasan hace falta tener tiempo para observar. A veces no asumimos lo que te ocurre porque vivimos obsesionados con producir. Un día, tras fallecer mi padre, un periodista me regaló el libro La vida pequeña: El arte de la fuga, de J.A. González Sainz, que me cambió la manera de percibir la vida. Trata del arte del silencio, de que no estamos acostumbrados a estar en silencio con nosotros mismos. Es importante atreverse a estar con uno.
En las entrevistas hablas mucho de sororidad. Se nos ha enseñado a que como mujeres tenemos que movernos en la competición y eso es una falacia. Pero también es cierto que vivimos en una época en la que se ha desarrollado el concepto de que una mujer sola nos representa a todas y yo no creo que cualquier comportamiento femenino sea la representación del grupo. Si cada vez que una mujer hace algo que nos parece poco feminista lo convertimos en representante del grupo nos hace un flaco favor. Debemos evitarlo.
¿Y cómo es eso de que vas a trabajar solo con gente que te caiga bien? Hablo desde el privilegio, claro, pero me he dado cuenta de que soy mucho mejor actriz cuando tengo compañeros que me caen bien. Antes que actriz soy persona y me gusta estar con gente que me enriquezca.
En tu profesión se están implementando figuras como el coach de actores o el coordinador de intimidad. ¿Algo que objetar? El coach es una persona a la que tú contratas para interpretar un personaje. Yo lo he hecho algunas veces. Es más, a mí me gustaría ser yo quien acompañara a otros actores en este proceso. Y respecto al coordinador de intimidad, me parece indispensable. Llevamos muchos años rodando secuencias de desnudos donde nadie se ha preocupado por si la persona estaba en una situación de vulnerabilidad. A veces ocurre que no habías pactado que ibas a enseñar un pecho, tienes 18 años y viene el director pidiéndote que te quites el sujetador y por miedo a que te echen, no dices nada. Una coordinadora de intimidad te hace ver tus inseguridades y te protege; no es la actriz la que alza la voz, sino que es alguien que vela por tu confort.
Hablemos de moda. ¿Te identificas con elchic francés? Me encanta la sobriedad, la elegancia, la no erotización excesiva. Todas las actrices que me gustan sobre la alfombra roja tienen esa cosa poco excesiva y relajada. No podría definir el chic francés, pero lo entiendo y me representa.
¿Cómo se plantea tu futuro próximo? Quiero descansar, viajar, leer, ver películas... Necesito tener experiencias que me nutran, porque después de un personaje dejo tanto de mí que muchas veces me siento vacía. Quiero estar con mi gente, ver a mi sobrina, a mi hermano, a mi madre... La vida no es solo ser actriz.