El capítulo XIV de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha nos presenta a un personaje llamado Marcela, una pastora con un discurso que aboga por la libertad de la mujer, su derecho a decidir y a vivir una sexualidad sin cortapisas.
Cervantes firmó un alegato que, aún escrito cuatro siglos atrás, se nos antoja tan moderno como revolucionario. Este enero, entre el 17 y el 26, el teatro de la Sociedad Cervantina acoge la obra de teatro Marcela (Una canción de Cervantes), un trabajo a tres manos entre la dramaturga María Folguera, la actriz y directora –lo es de este montaje– Leticia Dolera y la actriz –y protagonista de la obra– Celia Freijeiro. Hablamos con estas dos últimas sobre esta producción, fiel al texto original, y los mensajes que pretende transmitir.
Antes que nada, es obligado preguntaros cómo se gesta este proyecto.
Leticia.: Surge de la Sociedad Cervantina y de Celia. En realidad, es ella la impulsora del proyecto.
Celia.: En la Cervantina llevábamos tiempo trabajando con textos clásicos de Cervantes. Habíamos abordado los Entremeses, luego las Novelas ejemplares y para inaugurar el teatro de la Sociedad Cervantina, en abril del año pasado, empezamos con El Quijote. Habíamos hecho unas lecturas, en las que también participó Leti (Dolera) y que consistían en que una persona del mundo de la cultura leía cada uno de los capítulos, trabajábamos sobre él, lo descubríamos, lo grabábamos… Precisamente leyendo El Quijote llegamos al capítulo XIV. Normalmente se hace hincapié en los personajes principales de la obra (Dulcinea, Sancho, Quijote) y se olvida a Marcela, que sale precisamente en ese capítulo. Una pastora que, de repente, se arranca con un alegato en su propia defensa. Cervantes le escribe un monólogo porque es una mujer impresionante, diría que superactual. Y nos parecía que aquellas palabras que se imprimieron en 1605 en la propia Sociedad Cervantina debían volver a sonar. Teniendo un personaje tan potente necesitábamos a otra mujer igual de potente que dirigiera la obra. No sé cómo Leticia se dejó convencer (risas).
Parece que habéis agendado un largo recorrido para Marcela…
L.: Estuvimos el año pasado en Madrid un mes, con las localidades agotadas todos los días, lo cual nos hizo muy felices, y ahora volvemos aquí dos semanas para después empezar una gira que nos gustaría que fuera amplia. De momento ya hemos cerrado cuatro o cinco ciudades.
C.: Sí, como decía Leti, empezamos en abril del 24 y la idea era estar un mes. Ampliamos dos semanas más, fue un éxito y llenamos todos los días. De ahí nos trasladamos al Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, porque tener el sello de Almagro es tener un sello de calidad, sobre todo en teatro clásico. Luego pasamos a Vigo, que es mi ciudad, y volvimos a Madrid en otoño. Tras las navidades dijimos que, antes de empezar la gira, íbamos a regresar a Madrid, que es casa, para que la gente que se quedó sin verla pudiera hacerlo. De hecho, había público que le escribía a Leti en redes diciéndole que se venían dos días a Madrid solo para ver la Marcela. Estamos emocionadas con la acogida. Es maravilloso que un personaje de Cervantes escrito hace cuatrocientos años siga teniendo interés.
La mujeres de Miguel de Cervantes son muy revolucionarias para una época en la que solo podían casarse o, en caso de no hacerlo, entrar en un convento.
L.: Y esto nos tiene que llevar a reflexionar acerca de cómo se ha ignorado esa mirada tan progresista y feminista que tenía Cervantes, a pesar de ser un autor muy estudiado en España y en el mundo. Sería precioso que en los colegios e institutos se animaran a ver Marcela. Me encantaría que llegáramos a un acuerdo para que institutos de Madrid vinieran y aprovecharan para hacer un análisis posterior de esa aproximación cervantina a la relación entre hombres y mujeres. Lo que Cervantes plantea es perfectamente exportable a la actualidad: los pastores de El Quijote que critican a Marcela serían muchos hombres de hoy en día que todavía tienen esa mirada tan machista y de posesión, que insisten en que la sexualidad es un peligro para la sociedad cuando en realidad se trata de un derecho de hombres y mujeres.
El texto original de Marcela, tal y como sale en El Quijote, es relativamente corto. ¿Cómo habéis conseguido convertirlo en una experiencia teatral?
C.: Es verdad que es corto. Yo llevaba tiempo trabajando con la dramaturga María Folguera y juntas habíamos hecho varios acercamientos a Cervantes. Cuando surgió la idea de hacer Marcela, la primera persona a la que recurrí fue a María. Ella lo que hace es construir un texto dramático a partir de este texto cervantino. María y yo estamos más embebidas del teatro clásico, del siglo de Oro, y damos muchas cosas por sentadas o pensamos que todo el mundo conoce a Marcela y no. Leti, de entrada, lo convirtió en un proyecto mucho más “mainstream”, más accesible para todo el mundo. Nos cuestionó millones de cosas y llegamos a la conclusión a partir de ensayos y conversaciones. Hubo mucha colaboración. Yo sabía que si Leti entraba en el proyecto, este iba a salir bien. Es cierto que Cervantes es de todas y de todos, superaccesible, pero a veces te echa para atrás. En esta obra la gente no se cree lo que está viendo: aparezco yo vestida de blanco como la mujer de Neutrex que viene del futuro y dicen que qué moderno todo, qué descontextualizado. De repente, surge el monólogo de Marcela, que suena con una claridad, una transparencia y una facilidad de entendimiento… Uno de los logros de la pieza es haberla acercado a todo el mundo de hoy.
¿Os habéis preguntado cómo Cervantes se las arregló para sortear las convenciones de una época dibujando una mujer como Marcela?
L.: Yo creo que lo dejaron pasar porque no se enteraban.
C.: Son las trampas aquellos años. De repente, expones a una mujer que toma la palabra sin que nadie se le haya dado, asume su propia defensa y hace ese alegato en pro de la libertad y el deseo a decidir. Luego, ella se da la vuelta y se va. Sin más. Otra cosa es que tú, ahora, te pongas a analizar el texto: Cervantes habla de un bosque profundo y oscuro, pero no te está diciendo lo que pasa ahí realmente. Cuando Quijote escucha en boca de los pastores lo que le pasó a Marcela saca su espada y dice que a “nadie se le ocurra seguir a la preciosa Marcela so pena de caer en la furiosa indignación mía”. Y también se va. Como te digo, son cosas que se quedan sin resolver y por eso pueden ser pasadas por alto. En las novelas ocurre lo mismo. Nosotras hicimos una llamada La fuerza de la sangre que habla básicamente de una violación. ¿Cómo lo resuelve Cervantes para la época? Los padres del violador descubren que el niño que nace es igual a su hijo, se dan cuenta de quién es el padre y lo casan con la víctima. Resuelto. Pero eso no quita que Cervantes estuviera denunciando lo que denunciaba. Abre el melón y pone el foco donde él quiere.
¿Qué feedback habéis obtenido del público que ha ido a ver Marcela?
L.: Como el final es contundente hay bastante conmoción. Sobre todo en las chicas. Es un nudo en la garganta, un cuestionarse cómo la pregunta que lanzó Cervantes hace 400 años nos sigue interpelando hoy. Hemos avanzado mucho, pero hay temas como el de la libertad, que Cervantes plantea mucho (no nos olvidemos que estuvo en la cárcel), y que sigue ahí. Me parece muy humanista el hecho de que reflexione sobre lo que les ocurría a las mujeres de la época, que si no se casaban tenían que encerrarse. Marcela, por ejemplo, es libre, sí, aunque esa libertad conlleva un encierro (el bosque profundo). A todos nos seduce mucho la palabra libertad, pero no sabemos qué significa realmente ni qué conlleva. Y yo creo que el autor lo tenía claro: la libertad siempre incluye la palabra democracia detrás, libertad democrática, que en un sistema capitalista, en un sistema machista, no es tal. De eso habla Cervantes mucho también, de los disfraces que nos tenemos que poner en sociedad para que no nos marquen o no nos persigan. La libertad para el rico no es la misma que para el pobre: en el primer caso implicaría libremercado y en el segundo, sometimiento. Si eso lo llevamos a lo patriarcal habría que ver de qué estamos hablando. Por ejemplo, se discute acerca de la libertad de la mujer para prostituirse. Tendríamos que plantearnos qué tipo de libertad estás defendiendo ahí, la la de la prostituta o la del proxeneta. Desde los tiempos de Cervantes, la libertad ha sido moneda de cambio.
¿Aparte de la importancia del mensaje, hay otros motivos para ver Marcela?
L.: Inviertes una hora de tu vida y, de paso, ves la imprenta donde se imprimió el primer ejemplar de El Quijote y muchísimos libros del Siglo de Oro. El teatro en el que representamos Marcela es un lugar histórico, así que haces una doble visita: te vienes un poquito antes, conoces la imprenta y luego vas a ver la obra.
Por cierto,¿ vuestra relación viene desde los tiempos de la serie Vida perfecta u os conocisteis antes?
C.: Nos conocimos en la serie. Fue un regalo encontrarme con Leti no solo a nivel profesional, sino también personal. Cuando trabajamos juntas disfrutamos muchísimo, aprendes, te lo pasas bien… Soy muy feliz.
L.: Suscribo las palabras de Celia. En el caso de Marcela yo estaba acabando los guiones de Pubertad, mi última serie, con la que sigo todavía, y no sabía si podría aceptar la dirección a nivel de agenda. Pero, aparte de que el texto y el proyecto en sí me sedujeron muchísimo, volver a trabajar con Celia me acabó de convencer. Ella y yo somos capaces de ensayar en cualquier lado: en un sótano, en un parking, en el salón de mi casa… Podemos desarrollar un mundo de concentración e imaginación en muchos contextos. Es una actriz increíble. Hemos hablado mucho de Marcela en esta entrevista, pero no hemos comentado lo maravillosa que está Celia en escena, de cómo se transforma y cómic tras primer personaje retrofuturista que aparece sobre las tablas es capaz de cambiar de voz, de cuerpo y hasta de mirada cuando interpreta el monólogo de Cervantes tal cual está, que no hemos tocado ni una coma. Da unos saltos brutales.