Debutó en el mundo audiovisual con la serie Manolito Gafotas y desde entonces ha ido, pasito a pasito, haciéndose un hueco en nuestras pantallas y, por ende, en nuestras vidas. Tras estrenar a principios de año la serie Serrines, madera de actor(Prime Video), Lucía de la Fuente –Madrid, 1994– forma parte del elenco de Matusalén, película protagonizada por Julián López y Miren Ibarguren donde el primero interpreta a un rapero trasnochado que, tras una apuesta con su padre (Andrés Resines) se matricula en Periodismo, donde da clases quien fuera el amor de su vida (Miren). ¿Cómo entra Lucía en esta ecuación? La madrileña interpreta a la hija de la profesora y, por ende, compañera de clase del nuevo alumno.
Lucía, con el vestido de @harvey_cenit que lució en la première de Matusalén. Estilismo, de Víctor Blanco.
Tiene pinta de que os lo habéis pasado muy bien rodando esta película. Fue un rodaje bastante divertido, sí. Como era tan coral, al final hicimos piña. He tenido muchas secuencias con Miren y con Julián. Ella es una fantasía; lo pone todo muy fácil. Y Julián me ha parecido un auténtico descubrimiento. No lo conocía de antes, pero a los más jóvenes nos aconsejó un montón, estaba muy pendiente de nosotros…. Y es una persona divertidísima. Al final, con Jason (Fernández), que hace de Miguel, y con Elena (de Lara), que interpreta a Nerea, formamos como una especie de grupo real de universidad. Nos hemos reído mucho y cuando en un rodaje te ríes tanto, eso traspasa la pantalla y se contagia al público.
Laia, tu personaje, tiene terror a hablar en público; tú, todo lo contrario. ¿Acaso podéis ser más opuestas? Justo cuando Laia entra en la universidad se acaba de mudar desde Barcelona a Madrid. Su madre la ha dejado sin ciudad y sin amigos. Menos mal que forma grupo con Miguel y Nerea. Pero sí, es muy tímida y tiene mucho miedo a hablar en público. Yo no tengo nada que ver con eso: no me cuesta nada; incluso peco de ser demasiado extrovertida. De repente, suelto cosas que nunca debería haber dicho delante de gente que no me conoce (yo creo que lo mismo piensan que estoy loca). Ha sido muy bonito ponerme en la tesitura de alguien tan alejado de mí.
O sea, que eras de las que siempre levantaba la mano en clase. Siempre. Hablaba continuamente y cada dos meses me cambiaban de sitio para que me callase y dejase de interrumpir. Necesitaba expresarme todo el rato.
La película trata de la falta de comunicación entre la generación boomer y la Z. ¿Están destinadas a entenderse? Yo creo que ambas tienen muchas cosas en común aunque no seamos conscientes de ello. Obviamente, las cosas va cambiado; está claro que nosotros tenemos bastante que enseñar a las generaciones pasadas, pero también mucho que aprender de ellas. Estamos aquí para entendernos y convivir.
Lucía en una escena de Matusalén.
Dicen que es el único momento en la historia en que los cambios se suceden más rápido que la adaptación de las personas a ellos. ¿Dá vértigo? Tienen toda la razón. Yo esto lo veo en mi primo pequeño. Pienso que lo que hacía yo cuando tenía 12 años y lo que el hace él y nada que ver. Ahora manejamos demasiada información, tecnológica por ejemplo, que lo mismo un niño de 12 años todavía no está preparado para recibir. Que tenga móvil, que chatee continuamente… A lo mejor se está perdiendo muchas otras cosas. Yo a esa edad (y tampoco ha pasado tanto tiempo) no estaba con el teléfono sino en la calle jugando con mis amigos. Creo que la tecnología nos viene bien para algunas cosas porque nos hace la vida más fácil, pero me parece que nos estamos pasando.
Al hilo de lo que hablas de la tecnología, el otro día leí que a un actor muy famoso, en cuanto le dejó la novia, se abrió perfil en la app de citas Raya. Lo de intentar conocer gente de una manera no virtual ya si eso. A mí el tema de las aplicaciones de citas me parece fantástico, porque te da facilidad para conocer a otros, pero yo no las he utilizado nunca porque me parece mucho más interesante el conectar con la gente en persona. Eso lo estamos perdiendo y preferimos quedarnos en casa mirando una app que salir a encontrar gente nueva. Y luego fíjate la cantidad de mentiras que hay en estas redes, que muchas veces las personas que ves en las fotos no son las reales. Luego vas a las citas y pasa lo que pasa. Muchas veces caminas por la calle y ya conoces a alguien porque, en realidad, el ser humano está muy abierto a socializar.
Hay una teoría que dice que es muy importante para nuestra salud mental hablar con desconocidos. Creo que nos tenemos que lanzar más. Llega un punto en que nos hemos creado muchos prejuicios sobre los demás y sobre nosotros mismos. Pensamos que si entablamos una relación con alguien a quien no conocemos no va a estar como abierta a contestarnos o a mantener una conversación. Yo voy a muchísimos sitios sola y no me queda otra opción que socializar con la gente. Antes acudía siempre acompañada a los eventos y ahora no, y es algo que agradezco, porque me parece una manera excelente de conocer a gente interesante, que te puede enseñar muchísimo. Al final te lo pasas mejor y eres más feliz.
Hablas de eventos. ¿Te gustan o te dan pereza? Me gustan y creo que forma parte de mi trabajo. Me lo tomo como un juego, como una fiesta, como una forma de relacionarme con gente, compañeros de trabajo con los que por circunstancias no te ves habitualmente. Al final para mí es una reunión entre gente que quiero y a la que tengo cariño. He aprendido a disfrutarlos mucho.
Debutaste en la serie Manolito Gafotas allá por 2004. Yo era muy pequeñita. Al casting fuimos una barbaridad de niñas; llegué a hacer como siete pruebas para interpretar a Susana Bragas Sucias. Siempre digo que la profesión me eligió a mí porque el proceso fue muy casual: mi madre quería que yo estudiase, no tenía ni idea de este mundo, ni de la interpretación, ni de ser actriz. Empecé porque mis tíos mandaron un vídeo mío haciendo el tonto y me llamaron para el casting. Nadie sabía que era para Manolito Gafotas. Y fue muy divertido, ya que cada vez que salía de la prueba, me aplaudían. Normalmente les decían a las madres que, si querían entrar con las niñas, que lo hicieran. Y entraban todas menos la mía, porque siempre me ha dado mucha vergüenza actuar delante de la gente que me conoce. Por eso la pobre no entendía por qué me aplaudían cada vez que salía. Hice varios castings y un día me llamaron, me dijeron que mi papel iba a ser Susana Bragas Sucias y que sería como un juego. Entonces me pareció el mayor planazo del mundo, pero lo pienso ahora y me doy cuenta de que era una gran responsabilidad para una niña muy pequeña. Tuve mucha suerte, porque se preocupaban de que los niños jugáramos todo el rato: ya antes de empezar el rodaje nos llevaron al parque de atracciones, a la bolera, a hacer planes juntos. Guardo muchísimos recuerdos de este rodaje y ninguno es feo.
Más adelante te integrase en el reparto de Amar es para siempre (Antena 3). Hacer una serie diaria tiene que curtir una barbaridad. Cuando entré en Amar es para siempre ya había hecho una serie, una película y me apetecía algo distinto. Creo que una serie diaria te complementa muchísimo como actor y que todos debemos pasar por ahí porque te da unas herramientas impresionantes. Es como una masterclass. Recuerdo tener que estudiar una barbaridad: rodábamos unas ocho secuencias al día y eso son muchísimas páginas. Lo disfruté, aunque es verdad que te tienes que autoconfinar un poco y estar muy concentrada todo el rato. Sales del rodaje, vuelves a casa, preparas las secuencias del día siguiente y vuelta a empezar. Es como un trabajo 24 horas pero, gracias a él, en los siguientes proyectos me he visto más resuelta.
Decías que eres muy autoexigente. Es verdad. Soy muy autoexigente con todo, con mi profesión, con mi vida, con mi día a día. Quiero llegar a todas partes todo el rato y esto te juegas malas pasadas y te produce mucho cansancio mental. Es algo que hay que ir trabajando. Soy una persona tremendamente nerviosa y es cierto que hago un trabajo par aceptarme y saber hasta dónde puede llegar sin intentar exigirme, que es algo que hago inconscientemente.
¿Cuál es el mejor consejo que te han dado? Estamos viendo mucho fake en redes, y creo que el mejor consejo que me han dado, personal y profesionalmente, es el de ser yo misma, ser natural. A veces cuesta, porque incluso sin querer nos creamos ciertos personajes, pero hemos de ser fieles a nosotros todo el tiempo. Y otro consejo importante es que siga mi intuición.
Escena de Matusalén.
Ibas para criminóloga… Me lo planteé, pero ahí se quedó. En segundo de Bachillerato todos mis compañeros querían hacer ADE, Psicología, Medicina… esas cosas. Y llego yo queriendo ser actriz. Sentí la necesidad de buscarme un plan B y la criminología siempre me ha llamado la atención, pero fue una semilla que no germinó.
Serás entonces muy fan del true crime. Me flipa. Hago comedia y me encantan las historias de amor, pero es cierto que si estoy en casa y tengo que ver algo, me pongo cincuenta mil documentales de crímenes, series sobre lo mismo… Es lo que me engancha. Mi plan favorito es quedarme un sábado en casa y enchufarme a los programas de crímenes.
Volviendo a Matusalén, el estilo de Laia es un poco preppy, un poco Ana Mena… ¿Y el de Lucía? Me encanta la moda y soy muy coqueta. Me gusta mucho crear looks, aunque cada día me visto como me siento. Eso sí, puedo ir en chándal pero dándole siempre mi toque. Me gustan mucho las lentejuelas, el brillo, la purpurina… Y depende un poco de la época. Ahora, en cuestión de año y medio he tenido varios cambios de looks de pelo e incluso me lo llegué a teñir de negro. Ahí me di cuenta de lo mucho que el pelo influye en la ropa. Con el negro me sentía más cañera, más roquera y todo el día iba vestida así.
Retratos de Carlos Villarejo. Estilismo: Florence Reveillaud. Maquillaje: Noemi Nohales para Dior.