Quizás en algún momento de su vida, a Candela Peña (Barcelona, 1975) le hubiera pegado más llamarse Fuego Peña. Tal vez en ella hubiera una mujer en ebullición constante. Es posible que sus llamas se pudieran sentir desde que entrara en cualquier habitación. Sin embargo, la mujer que hoy está rendida a los pies del fotógrafo ante cada retrato que sale de su objetivo es Candela: hay llama, hay calor, pero, como la brasa, ni se apaga ni quema.
“Tengo más seguridad en la actriz que me he convertido; menos miedo a contar quién soy, a expresarme como tal. Me acepto bastante bien. No está mal… ¡Ah! Y me encuentro en camino de quererme; soy muy juiciosa conmigo y me cuesta mucho”, cuenta.
Está como niña con zapatos nuevos siendo portada de una revista de moda a sus 50 años, “porque si no fuera portada no la habría hecho”, dice. “Cada vez las mujeres tenemos espacios más pequeños: a los 40 tienes un hijo y a los 50 eres vieja. Así que me hacía ilusión por las mujeres que compran la revista, que se vean. Aunque sé que esto es anecdótico, un error del sistema… pero aquí estoy”, muestra orgullosa mientras se señala a sí misma en mitad de una enorme carcajada.
El caso Asunta
Nunca perdió la esperanza de que su momento para las portadas llegara, de la misma forma que espera siempre el papel de su vida. En este caso, dar vida a Rosario Porto, la mujer gallega condenada junto a su pareja por matar a su hija adoptiva hace 12 años en Galicia, lo que provocó uno de los juicios más mediáticos de lo que llevamos de siglo. Ahí está el epicentro de El caso Asunta, que llega a Netflix el 26 de abril. “Esa mujer ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. Desde el principio al final. Incluso cuando ni siquiera lo hacía yo, porque de primeras me llamaron para interpretar a una Guardia Civil”, recuerda.
La historia es sencilla: en cuanto surge la primera oferta, a Candela le da por preguntar quién dará vida a Rosario. Cuando ocurrió el caso en la Galicia de 2013, la actriz tenía a su hijo Román con apenas dos años y el suceso la marcó. “Lo primero que me dijeron es que no tenían a nadie pero que yo no iba a ser. Ahí entran los juicios, los prejuicios, que si soy muy fuerte… ¡Pero si usted no me conoce! Claro, habían oído hablar de mí… Vamos, el horror. También lo he visto en alguna mujer: hay clasismo, sexismo, edadismo… un montón de cosas. Siempre deshaciendo el camino andado. Pero, bueno, a pesar de eso conseguí que me hicieran una prueba con la condición de que me concedieran tres semanas para prepararla. Ya que lo haces, hay que clavarlo. Y todo empezó a partir de la peluca…”
Candela se sumergió en la mente de esa mujer de marcado acento gallego, con cierta cadencia al hablar, dos intentos de suicidio a sus espaldas y que adopta a una niña no porque no sea fértil, sino porque los embarazos le potencian el lupus que sufre. “La productora había hecho un documental donde había mucha información, pero lo que más me interesaba de Rosario era su salud mental. Me fascinan los personajes de muchas capas y que me hagan darme cuenta de quién soy yo a medida que los voy haciendo.”
La prueba consistía posiblemente en la escena más compleja de toda la serie: la primera instrucción ante el juez. “Yo creo que sabían que si pasaba eso, podría con todo”, afirma la actriz. “Iba tan concentrada que se acercó un hombre al que casi mandé a callar y era el director. Esa misma noche me llamaron para decirme que me daban el trabajo si convencían a Netflix, que no entendía yo mucho eso… Te digo: yo habría hecho a esa Guardia Civil. Pero sientes que has dejado una pandilla tras dos temporadas en una serie como Hierro y fíjate, no encontré el apoyo que creía: estuve tres años sin trabajar levantando una obra de teatro. No me iba a poner en plan diva, pero sí que quise saber a quién tenían para ser Rosario. ‘A nadie’, me respondieron. Recuerdo que entonces pregunté con quién fantaseaban para que fuese la actriz. Me nombraron a dos y dije: si ellas pueden, yo también. De perdidos al río. Total, si llevaba tres años sin trabajar… ”
Desmontando la historia
El productor puso por delante un no; había que convencer a Netflix… “La gente tiene que darse cuenta de que detrás de los calificativos de problemática o compleja siempre hay una mujer que ha dicho que no a algo. Yo me dejo los ‘huevos’ por los compañeros aunque, eso sí, pido a los productores todos los guiones. Ahora entiendo que estas plataformas tan enormes funcionan de otra manera, pero yo he hecho mucho cine y muy poca televisión. Hoy se van cambiando las historias a medida que se van desarrollando y yo, para poder hacer mi trabajo, necesito saber hacia dónde voy. Es muy recurrente ponerte un adjetivo feo, pero no me considero difícil en absoluto. Debe ser que a cierto tipo de señor una mujer como yo le resulta amenazante, cuando en realidad soy más ñoña que el día de la madre y muy bien mandada.”
Candela lo recalca destacando al “mejor equipo de rodaje”, respetuoso y que han estado hombro con hombro con ella desde el minuto uno. “En estos meses de trabajo me han pasado cosas que no había visto nunca, como que todo un equipo me aplaudiera dos veces al terminar una toma. Soy una persona que necesito apoyo de mi entorno, sentir que estoy segura con la gente que me rodea. Para mí es fundamental. Pero también quiero que mi alrededor me ponga desafíos, porque eso es que confían en mí. Eso he tenido en Netflix.”
Como parte fundamental de ese equipo está Tristán Ulloa, que interpreta a Alfonso Basterra, el padre aún hoy encarcelado por el asesinato. “Hemos sido Thelma y Louise”, dice Candela. “He sentido su mano cogida a la mía y si le digo que me tiro al barranco, se viene conmigo. Ha sido el mejor compañero que podía imaginar, porque cada uno tiene su forma de trabajar: yo entraba en Rosario por la mañana y me despedía de los chicos en plan ‘cuando acabe la jornada nos vemos’. Mi cabeza tenía que aventurarse en unos laberintos que no me permitían entrar y salir. Tengo fotos de todo el mundo marchándose a comer y yo sola, como si estuviera ahí esperando a alguien. No sé lo que es salir a cenar en este rodaje. Era consciente de que tenía entre manos algo respecto a lo que no podía permitirme el lujo de hacer ni decir nada que pudiera provocar un mal titular, fíjate.”
Ahora hay una cosa que tiene clara: tras diez meses estudiando a Rosario Porto no piensa hacer pública su opinión sobre el suceso. “No interesa nada y la serie no se ha hecho con el ánimo de esclarecer nada. Lo que se cuenta es lo que sucedió, un juicio sobre ella y Alfonso Basterra, para luego ficcionar el resto de personajes y sus tramas. Claro que tengo mi opinión personal, pero para qué la voy a dar.”
Toda una vida
Han pasado 30 años desde que se estrenara su primera película, Días contados, y el camino no ha sido siempre de rosas. Le cuento que Maribel Verdú tiene claro que no hace castings porque lo pasa fatal y, quien la quiera contratar, dispone de una ristra de películas en su trayectoria para saber si encaja. “Pues si yo no fuera a pruebas casi no trabajaría”, apunta Candela.
“Creo que he tenido audiciones para casi todo lo que he hecho. Ni medio problema. Soy una actriz que no quiero que me contraten para lo que ya has visto; confío en que alguien se dé cuenta que puedo hacer otra cosa más, que siempre hay una varilla del abanico por abrir. Todavía no he llegado a ser la actriz que soñé, me queda mucho y espero que me den papeles, porque yo en realidad no trabajo tanto. Mi última película fue La boda de Rosa y se estrenó en 2019...”
A pesar de su longeva carrera, siente que siempre está empezando. “Todo ha cambiado muchísimo: los teléfonos, las redes, el TikTok… Si hubiera nacido una generación más tarde quizá le habría dado la vuelta al teléfono y me hubiera puesto a decir cosas, pero soy incapaz de hacerlo y contar nada. Si tengo que colgar un vídeo mío hablando en redes me muero antes del corte. Así que a todas las jóvenes les digo que mira, 30 años después sigo haciendo castings para convencer a alguien que puedo hacer algo. Siento que se me pone mucho a prueba, es cierto. Que acabo consiguiendo las cosas, también. Pero por tesón. Como la portada de esta revista”, dice soltando otra sonora carcajada.
Y añade: “Tampoco me querían a mí para ser madre en la serie Maricón perdido. La productora apostaba por una actriz y la plataforma por otra. No soy alguien a quien fácilmente le den el sí. No sé por qué… Quizás todo hubiera sido más fácil si hubiera decidido hacer otros personajes, de la misma manera que no quiero hacer un reportaje interior de revista. Quiero la portada. Mira, aquí donde me oyes soy una persona superinsegura, vulnerable, frágil… lo que quieras. Como actriz, no. Ahí es donde coloco mi aplomo y mi talla. Y si a algo he dicho que no es que así tenía que ser, aunque lo que sea luego lo haya reventado y se haya llevado todos los premios del mundo”.
Aquella jovencita de apenas 20 años llegó al primer día de rodaje de su vida, en Días contados, sin poder ducharse porque se había roto el calentador de su casa. Se grababa una orgía en una de las plantas altas del Palacio de la Prensa, en la plaza de Callao de Madrid. Alguien le dijo que el vecino de abajo siempre tenía la puerta abierta y allí que entró y se duchó. Al volver, con un albornoz puesto, el director Imanol Uribe le pidió que eligiera a quién le ponían debajo. Señaló a uno al azar, ayudante de dirección que hacía figuraciones de vez en cuando. Era Gonzalo de Castro, hoy también uno de los actores más reconocidos del país. “No sé si se acordará siquiera”, comenta.
Lo que está claro es que, escuchando sus avatares de vida, la mayoría de las cosas que le pasan a Candela Peña muy habituales no son. “Mi amiga Carme Balagué me insistía en que cuando me sentara delante del productor de Días contados le tenía que pedir un millón de pesetas (unos 6.000 € de ahora), porque era la protagonista.” Se sentó y le ofrecieron millón y medio. Se quedó el millón y el otro medio lo repartió con los amigos.
“Me dijeron que lo lógico era el millón y eso fue lo que me guardé. Desde ahí viene mi amistad con Pepón Nieto, que me acompaña hasta ahora, y con mucha otra gente.” Luego, con el tiempo, fue aprendiendo también sobre esa parte del trabajo: la remuneración. “Continúo peleando por mi pasta, porque necesito sentirme bien pagada. Me dejo mucho en los trabajos, no soy una actriz que pase por encima. Y si después de estar con Rosario 12 horas hay que cerrar sillas con la auxiliar, se hace. Y ni te digo tolerar que un jefe de producción grite a un auxiliar. En eso sigo siendo igual.”
No el último pero si el más importante en sumarse a su “pandilla” ha sido Román, su hijo de 12 años. Candela salía de cuentas el mismo día que enterraba a su padre, pero Román esperó una semana antes de llegar al mundo. “He tenido suerte con lo que he parido. Me cae bien y es mi verdadero equipo. Y espero que esté orgulloso de los trabajos de su madre, aunque de momento solo me pregunta antes de empezar cada uno si soy la protagonista. Su actriz favorita es Carmen Machi. Tengo que seguir currando hasta que sea yo su favorita.
Maquillaje y peluquería Natalia Belda para Guerlain y Sebastain Professional.
Realización Francesca Rinciari.
Asistente de realización Piluca Valverde.
Asistente de fotografía Enrique Escandell.
Asistente de maquillaje y peluquería Celtia Lata.
Manicura Nubia Janeth Soacha.
Arte Laura Liz.