Llegadas a este punto en que el contoruing parece haber pasado a un segundo plano y que el bronceador vuelve a dar la caña que se merece, es necesario que sepamos distinguir ambas categorías de producto. La técnica de contornear sirve, como su propio nombre indica, para esculpir el rostro a nuestro gusto. Es decir, dotarlo de sombras en zonas estratégicas para elevar pómulos, afinar nariz y estrechar frente. Puesto que lo que estamos intentando es crear 'sombras' que no existen, tenemos que ser lógicos y pensar que el color de las sombras es grisáceo y frío, por lo que este va a ser el subtono de nuestro producto de contouring.

No tiene nada que ver un producto de bronceado o polvos bronceadores, pues además de que estos suelen tener destellos y partículas brillantes (cosa que es impensable en un producto para esculpir, pues tiene que ser mate como las sombras), tiene que emular ese moreno playero que esperamos durante diez meses el cual es dorado. Por lo tanto, no suele ser mate (aunque puede serlo sin problema, siempre y cuando tenga un tono cálido) y el subtono es anaranjado siempre.

Además, no se aplican de la misma forma ni en las mismas zonas. El bronceador se aplica en las mejillas, en lo alto del pómulo, por la frente, la nariz y la barbilla. Te acordarás mucho mejor de dónde ponerlo cuando pienses dónde incide el sol directamente en tu cara, pues es ahí donde te bronceas antes y (por tanto) donde debe ir el bronceado falso. Por otra parte, el contorno va por debajo del pómulo con una brocha mucho más finita y precisa, que también servirá para estrechar la nariz a ambos lados del tabique y a achicar la frente poniendo un poquito en los filos de las sienes.

La mejor noticia de todas es que sí, son perfectamente compatibles en un mismo 'look'.