A finales del siglo XIX y principios del XX, Comillas, elegido por la revista National Geographic como el pueblo más bonito para visitar en agosto, fue lo que ahora podría ser Ibiza: el lugar donde todo el mundo quería pasar el verano. Méritos le sobraban ya a este pueblo cántabro por su configuración natural, pero su gran propagandista fue el rey Alfonso XII, que pisó la localidad (y su playa) en 1881 y desde entonces solo quiso volver.
Hoy en día, este antiguo enclave ballenero del Cantábrico tiene, aparte de historia, una riqueza arquitectónica difícil de encontrar y que inspiró a grandes arquitectos de renombre. Aquí hay mucho que ver y lo mejor es que se puede ver en un día. Nuestro consejo es que comiences a lo grande, visitando el Palacio de Sobrellano, un encargo personal de Antonio López y López, primer marqués de Comillas (tiene su propio monumento en la localidad, en el parque Güell y Martos) y uno de los artífices de la gloria del lugar en el que vivió.
El palacio fue su residencia de verano y ahora se puede visitar durante un recorrido de 45 minutos por el interior de la casa donde, entre otras cosas, se conservan muebles diseñados por Gaudí. Como dato curioso, te contarán que este fue el primer edificio español en disponer de luz eléctrica. Todo un logro para la época en la que se construyó, finales del XIX. Justo al lado se encuentra la Capilla Panteón, que también hay que ver por su gárgola y por sus vidrieras, entre otras cosas. Su interior aloja el mausoleo de los Marqueses de Comillas.
Hemos hecho referencia a Gaudí y hay que añadir que aquí, en Comillas, encontramos también algunas de las escasas obras que el genio catalán diseñó fuera de su tierra. La más visitada es El Capricho de Gaudí, en su origen una casa indiana pero que ahora parece un palacio de cuento. Tiene un invernadero interior muy curioso y es uno de los grandes reclamos turísticos de Comillas.
Por cierto, que Gaudí firma también otro de los lugares de interés en la localidad llamado Puerta de los Pájaros. Esta curiosa construcción dispone de tres entradas: para los coches, para las personas y como su nombre indica, para los pájaros. Al otro lado de la puerta se llega a la Ermita de Santa Lucía, una iglesia muy especial porque desde allí descubrirás vistas absolutamente maravillosas sobre el pueblo y su entorno.
No puedes dejar Comillas sin darte un paseo por el casco antiguo (la Plaza de la Constitución y la Plaza Mayor son puntos neurálgicos), donde están el Santo Hospital de Comillas, la Plaza del Corro de San Pedro (con casas típicas de la zona) o el Palacio de la Coteruca. También nos parece muy recomendable su famosísima Universidad Pontificia, diseñada en 1890 y que ofrece visitas guiadas.
Asimismo, es imprescindible abordar una inmersión en la gastronomía local, en la que los productos del mar –anchoa de Santoña, rabas de calamar, marmitaco, pastel de cabracho…– son mandato obligado. Y, por supuesto, tu día o fin de semana también debe incluir la playa. La de la localidad, que tiene bandera azul, está a pocos minutos desde el centro (andando) y puedes ir caminando por ella hasta llegar al puerto. Mide un kilómetro de largo, así que tampoco te llevará mucho. A 4 kilómetros encontrarás la Playa de Oyambre, para muchos la mejor playa de la Comunidad gracias al color de sus aguas y a sus dunas.
Obviamente, en tu viaje querrás pasar por Santander. Está a unos 50 kilómetros de Comillas y tanto en un lugar como en otro encontrarás una gran oferta de establecimientos para alojarte, algunos estupendos, pero nosotros hemos descubierto uno que nos parece lo más. Vale que está a una hora y media de Comillas en coche, pero es uno de los glampings más bonitos y acogedores de norte de España. Se llama Kampaoh Somo Playa porque, efectivamente, se encuentra en la playa de Somo, siete kilómetros de arenal muy cerca del Parque Natural de Cabárceno. Allí podrás surfear, disfrutar de uno de los atardeceres más bonitos de la zona y, por supuesto, alojarte en una de sus preciosas tiendas donde caben hasta 6 personas y están totalmente equipadas.
Por fuera, parecen exóticos y lujosos tipis indios, y por dentro se hallan completamente amuebladas con piezas de maderas y tejidos naturales y cuentan incluso con servicio de limpieza. La más pequeña de las tiendas mide unos 12 metros y está concebida para el alojamiento de dos personas; la más grande puede llegar a los 35 metros. En temporada alta la estancia más económica puede llegar a costar unos 100 € por noche, aunque la tarifa se suele reducir hasta la mitad en temporada baja. Lo servicios son los propios de un camping, aunque la cadena Kampaoh ofrece también tiendas con baños privados en alguna de sus localizaciones, que hay muchas a lo largo y ancho de la geografía. Consulta antes de reservar.