Dicen que no hay nada más efectivo que hacer aquello para lo que viniste al mundo, explotar tus dones y confiar que tarde o temprano el éxito llegará. Aunque suene a libro de autoayuda, hay mucho de cierto en ello, y si no que se lo pregunten a Simon Porte Jacquemus, el diseñador francés que ha conseguido hacer que las marcas de lujo se giren a mirarlo, gracias una actitud tan natural, como perfectamente sincronizada con una cohorte que lo ha encumbrado ya a la categoría de icono generacional.
Hace 15 años que Jacquemus irrumpió en el mundo de la moda. Simon tenía sólo 19 años y su madre acababa de morir, por lo que le pareció buena idea tomar su apellido de soltera para empezar a diseñar piezas sin bolsillos ni botones para ahorrar costes. ¿El resultado? Un minimalismo delicioso que logró captar la atención de Rei Kawakubo –creadora de Comme Des Garçons–, y Adrian Joffe, su actual marido, presidente de la firma y de Dover Street Market.
Sin embargo, el chico de la Provenza francesa no tenía ínfulas de divo, todo lo contrario, necesitaba dinero para continuar dedicándose a lo que le apasionaba, por lo que pidió trabajo como dependiente en los famosos almacenes, donde también logró vender sus primeras colecciones. El resto es historia. En 2012 desfiló en el calendario oficial de Paris Fashion Week, siendo el diseñador más joven en hacerlo.
¿Qué tiene Jacquemus que enamora?
Nació en una granja de la Provenza francesa, un entorno tan idílico como aburrido, lo que le llevó a explotar su imaginación y a enamorarse del cine, claras influencias en una maravillosa narrativa con la que navega a la perfección entre la nostalgia y la era digital.
Es un milenial diseñando para su propia generación, utilizando las redes sociales de una forma tan orgánica, que deja en desventaja a los grandes estudios de marketing de la competencia, que luchan por crear ese hype que él eleva con cada una de sus publicaciones. Desde un reel en el que muestra uno de sus bolsos deambulando por la ciudad en formato XXL, hasta las adorables fotos de sus bebés; todo guarda un equilibrio refinado y a la vez tan casual, que se recibe como un soplo de aire fresco en el encorsetado mundillo.
También sus precios, más asequibles que los del resto, forman parte de su leit motiv, permitiéndole a sus fieles seguidores hacerse con una camiseta por 150 €, o uno de sus míticos bolsos Le Chiquitiito, por 550 €. Es esa firma aspiracional, pero cercana, que, además, ha crecido exponencialmente desde su nacimiento, de hecho se prevé que sus beneficios alcancen los 500 millones de euros en 2025, según The Business Of Fashion.
Por si fuera poco, su compromiso con la sostenibilidad es absoluto, otro de los temas que más preocupa a los millennials. Lo hace utilizando materiales naturales como el algodón o el lino, aunque también presentando, desde hace años, de manera conjunta las colecciones de hombre y mujer para reducir desfiles, aprovechar materiales y bajar el ritmo para su equipo, según el propio Simon ha declarado.
De la Provenza para el mundo
Jacquemus huele a campos de lavanda y a mediterráneo. Es ideal para pasar unas vacaciones en la costa francesa, porque en su casa siempre es verano. Los tejidos fluidos conviven con la sastrería, creando siluetas cotidianas, sencillas, divertidas y tan auténticas, que es apta para cualquiera.
Su forma de trabajar recuerda a aquellos momentos de la adolescencia en los que soñábamos con nuestra vida ideal. Y es que el francés recopila referencias en un moodboard sobre el que va desarrollando el concepto de cada temporada, y que desvela tras el desfile. Aquí todo vale: paisajes, arquitectura, cine, colores, muebles… todo es susceptible de inspirar un vestido ultrasensual.
De paso es encantador, así lo demuestra la buena relación que tiene con las celebrities, sobre todo con aquellos que, como él, influyen en las nuevas generaciones, como Dua Lipa, Gidi Hadid, Anya Taylor-Joy, o Bad Bunny, a quien vistió en la Gala MET del año pasado, con un traje que abría un espacio a las nuevas masculinidades.
‘La Casa’: una vuelta a los orígenes
Elegir enclaves idílicos es otro de sus fuertes. Por su puesto que nos ha llevado a los floridos campos de lavanda de su amada Provenza, aunque también a los jardines de Versalles o a las impresionantes rocas saladas de Arles.
Para celebrar su 15º aniversario eligió Casa Malaparte, una obra maestra de la arquitectura ubicada en Capri, en cuya azotea hizo desfilar a sus modelos ante la atenta mirada de 40 afortunados entre los que estaban Dua Lipa, Manu Ríos, Aron Piper, Rosie Huntington-Whiteley, Laetitia Casta, Gwyneth Paltrow —quien accedió a ir tras la insistencia de su hijo—, o la cantante del grupo k-pop Blackpink, Jennie, encargada de cerrar el show.
Casa Malaparte aparece en la película de Jean-Luc Godard ‘El desprecio’, y el propio Simon confesó que se decidió a crear su propia marca con 19 años y dejar la escuela de moda, porque quedó fascinado por la estética de la Nouvelle Vague del filme. Los colores mediterráneos y el estilo de sus protagonistas (Brigitte Bardot y Michel Piccoli), le obsesionaron, prometiéndose a sí mismo que algún día haría un desfile en ese lugar.
Podríamos decir que su última propuesta se divide entre una oda a la delicadeza del cuerpo femenino, con vestidos ligeros, aberturas y transparencias, y otra al servicio de las figuras arquitectónicas, con una confección de prendas más abrigadas que destacan por sus líneas rectas y angulosas. La paleta de colores ha sido bien escogida, predominando el blanco y el negro, con toques de rojo, azul claro y amarillo vainilla.
Los accesorios siguen siendo la joya de la corona, y pudimos ver grandes bolsos circulares de rafia, pañuelos en la cabeza y los icónicos zapatos de doble tacón de la firma.
Simon cerró el desfile señalando al cielo para recordar a su madre y abrazando a su musa, su abuela, y a su marido, consagrándose como uno de los creativos con más proyección de esta década. ¿Qué será lo próximo?