«El moiré es una artesanía que consiste en aplastar el grano de la tela. Esa presión crea ondulaciones, redes y ojos, provocando reflejos bajo la luz.» Así comienzan Dior y Maria Grazia Chiuri a dejarnos entrever lo que presenciaremos hoy en su desfile de Alta Costura para primavera-verano 2024.
Si la maison es reconocida por escoger los mejores tejidos y tratarlos con delicadeza, en esta colección presenciaremos un savoir-faire sublime teniendo como hilo conductor una tela centenaria: el moiré.
Originario del siglo XVIII y utilizado especialmente para tejidos de tapicería y prendas de vestir, este tejido desprende una luminosidad excepcional, con unas ondulaciones satinadas ideales para construir vestidos de noche. Y fue gracias a este brillo característico lo que dio popularidad al moiré en la industria de la alta costura, cuando esta estaba en auge.
Las cuentas de Instagram de la maison y de la directora creativa dejan entrever la inspiración en la que se han basado para la creación de estas piezas: la trama y la urdimbre de la tela, más que un juego de hilos.
Así lo ponía en manifiesto la actriz y modelo Violeta Sanchez, narrando el poema To Weave is Human escrito por la poetisa italiana Patrizia Cavalli para la artista Isabella Ducrot: «Porque es la urdimbre la que debe ir primero. Por eso cada urdimbre se vuelve loca queriendo encontrarse con la trama en cuanto puede. Primero por arriba y luego por abajo.»
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El runway show tuvo lugar en el Musée Rodin de París, concretamente en una sala envuelta por las ilustraciones de la artista Isabella Ducrot, reinando las figuras lineales y los colores pastel. El escenario perfecto para un desfile que irradia luminosidad.
Primeramente, nos encontramos con varios looks teñidos en un camel árido, desde vestidos con capa hasta diseños asimétricos, pero todos ellos creaban una clara reminiscencia a la imagen de las gabardinas clásicas, además de presentar una cintura marcada.
Si tuviésemos que nombrar una pieza clave en esta colección, esa sería el vestido de corte evasé en todas sus formas y colores, pues la cintura marcada ha sido protagonista en la mayoría de los looks, al igual que el efecto satinado y brillante que desprende el tan aclamado moiré.
Las transparencias, así como los estampados florales, también han ocupado gran espacio en el desfile. Por no mencionar la sutil pedrería, que ponía el broche de oro a algunos de los diseños joya de la colección.
Para generar un poco de contraste entre tejidos, la maison ha optado por añadir a su vez algunos diseños envueltos en plumas, tanto sobre vestidos de cuerpo entero como sobre tops asimétricos. Una reciente tendencia que ha conseguido proyectar aún más ese toque femenino a la par que moderno.
Las referencias al New Look que diseñó el propio Christian Dior allá por 1947 también han estado presentes a lo largo de todo el desfile, tanto en colores marinos, grises y beige como en burdeos, jugando con los plisados de las faldas y unas mangas ligeramente abullonadas que aportan una forma más redondeada a la imagen. Y todo ello, claramente, envuelto en el tejido estrella de la colección: el moiré.
A pesar de que la gran mayoría de diseños estaban envueltos en colores apagados, como el gris, el azul marino, el camel o el burdeos, los tonos pastel o aquellos más vívidos como el mostaza también han tenido su momento de gloria sobre la pasarela, al igual que los vestidos fluidos que hemos apreciado en menor medida, los cuales también desprendían gran feminidad.